Hola Juan:
La verdad es que no sé como resumir estos más de 41 años que hemos pasado conociéndonos. Aun recuerdo aquel 1977 cuando te colabas en el banquete de una boda y fue el comienzo de una bonita amistad.
Después las cosas siempre fueron a mejor, en aquel local de la calle Aliaga. Conocimos a tu esposa Evelia, llena de vida y a tus cuatro hijos. Juanito que era tu vivo retrato, Ana Mari, Cristina que nunca estaba quieta y el más peligroso de todos, Alberto con su flequillo y su triciclo. Una familia fantástica de la cual disfrutamos un montón. A Juanito y a Ana Mari los perdimos de vista más pronto y pudimos disfrutar menos, de Cristina y Alberto en Exploradores. Que capacidad de caerse tenia Cristina y nunca hacerse daño. Alberto que llevó a la máxima expresión el chubasquero marca Hummel.
Seguro que te acuerdas de todo eso.
Aquellas reuniones en tu casa, con Eloy, Antolina, Antonia, Chali mientras alguien tocaba la amapola y Alberto hacia derrapes increíbles en el pasillo hasta que la puerta del baño se lo impedía.
Aquellos tiempos estudiando Inste, hasta segundo nivel y recogiendo el certificado fruto de tu esfuerzo. Las historias que podíamos contarnos. El viaje en Vespa por media España con Evelia. Los viajes en coche con toda la familia para veranear y otras muchas que podrías escribir como te gustaba.
Nunca conocí a nadie que le gustara tanto escribir y escribir con acierto. Incluso en la época del WhatsApp todavía enviaba postales a la gente que quería. Porque, otra cosa no, Juan era amigo de sus amigos.
Aquellos mosqueos que cogías cuando alguien hacia algo indebido o malo y tu defensa a ultranza de las causas de los pobres.
En el viaje vivimos juntos noticias duras como la perdida de Juanito en aquel triste accidente de tráfico. Aun así seguiste adelante confiando en quien más querías, tu Señor Jesucristo.
Porque si algo ha caracterizado tu vida desde hace 41 años, ha sido tu fe. Fe puesta en práctica. Orando por la salud de tu yerno, por el trabajo de tu otro yerno y trabajo para tu hijo. Fe inquebrantable que fue tu seña de identidad, por delante de tu pasión por el Atlético de Madrid.
Juan, ya has llegado. Yo todavía estoy en el camino, pero espero llegar para verte y poder seguir charlando juntos. Tenemos toda la eternidad. No metas mucha caña por allí.
Por eso, Juan, a pesar del dolor de la separación me queda el consuelo de que para mi tu partida no es un adiós, es un hasta luego.
Cuídate mucho Juan, te lo mereces.
Casa de Bendición