Este domingo pasado tuvimos, como todos los años, nuestra tradicional comida de Navidad. Este año el local de la iglesia estaba a rebosar con la gente
de siempre, amigos de antaño y algunos nuevos.
Todos se sientieron muy bienvenidos y las animadas conversaciones continuaban a lo largo de la tarde. Después de comer, la tarde se amenizó con canciones tradicionales de Navidad.
La comida fue muy variada y muy rica, a cargo de dos
maravillosas chefs, Cheli y Marisa.
Hasta tuvimos una pata de jamón. ¡Gracias!
¿Y a cuenta de qué tanta celebración? ¿Qué celebramos en realidad?
Aunque no sea el 25 de diciembre la fecha histórica, celebramos el nacimiento de Jesucristo. Su nacimiento fue anunciado a lo largo de las Escrituras. La promesa de Dios para redimir al hombre de sus pecados, que lo habían alejado de la comunión con Dios. El deseo de Dios es tener una relación íntima con su creación. Nos llama sus amigos, y sus hijos. Pero para realmente conocerle y entrar en esta relación con Él, tenemos que aceptar su don.
Y en las Navidades celebramos ese don inefable que es Jesús. Se hizo hombre, nació y vivió como uno de nosotros pero de manera perfecta, sin pecado, mostrandonos lo que significa vivir como hijo de Dios. Con su muerte en la cruz, pagó el precio de la muerte que debimos pagar nosotros. Y con su resurrección conquistó la muerte para siempre. Él sigue vivo hoy y quiere que le conozcas y que puedas experimentar la verdadera paz en tu corazón.
En Navidad celebramos Emanuel, Dios con nosotros. No está lejos, no está alejado. Está tan cerca y puedes conocerle. Te acepta y te ama tal como eres y quiere transformar tu vida.