Hace poco vi dos árboles, castaños, en mi barrio y me sorprendió que en el mes de agosto uno tuviera las hojas muertas ya. Al mirar más fijamente vi que aunque parecía muerto, por las hojas, tenía su fruto y además abundante.
Al reflexionar en esto pensé que a veces en nuestras vidas, sobre todo en épocas de transición, podemos pensar que estamos como muertos y no estamos dando fruto.
Pero aunque parecemos muertos, si nuestras raíces están en Cristo, seguimos vivos. A veces no vemos el fruto en nuestras propias vidas pero si la vida de Cristo está en nosotros, él está continuamente produciendo fruto.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5
Es el reto en tiempos de transición, seguir haciendo lo que sabemos es lo correcto aunque no estemos percibiendo el fruto de ello. Si nuestra vida sigue arraigado en Cristo, su vida sigue fluyendo a través de nosotros incluso cuando no le sentamos ni percibamos.